Teufelsberg

Teufelsberg, la montaña más alta y diabólica de Berlín


En los bosques de Berlín se levanta el Teufelsberg (la montaña del diablo), el monte más alto de la ciudad que comenzó a construirse 60 años atrás y que en sus entrañas guarda la esencia de la historia más reciente de la ciudad basada en el nazismo, la Guerra Fría y su actual ambiente artístico.

Teufelsberg durante la guerra fría.

Grafiteros, naturistas, artistas y aventureros pasean hoy en día a sus anchas por el mismo lugar que hasta hace dos décadas fue un centro de espionaje estadounidense y mucho antes un proyecto universitario nazi.
Veinte años después de que se cerrara la base de espías norteamericana, los radares de escucha han dejado paso a la invasión de los graffiti, mientras que los espías profesionales han sido sustituidos por curiosos en busca de una foto diferente.
La historia de este original monte artificial está directamente vinculada con la Segunda Guerra Mundial, ya que la montaña se construyó a partir de los escombros que quedaron en Berlín tras el fin de la contienda.
Entre 1950 y 1972 fueron transportados 30 millones de metros cúbicos de cascotes a una superficie de 110 hectáreas y amontonados sobre los restos de la gigantesca y nunca acabada facultad de Técnica Militar del régimen nazi.
La montaña de escombros fue recubierta por tierra y vegetación y a su finalización se había convertido en la colina más alta de Berlín, con 115 metros de altura sobre el nivel del mar.
En sus faldas se construyeron paredes artificiales para alpinistas, una pista de esquí y un trampolín de saltos para deportes invernales, con el fin de que pudieran practicar este tipo de actividades los habitantes sitiados del Berlín oeste.
En su punto más alto se levantó una central de radar y escuchas, a la que durante la Guerra Fría y en un Berlín dividido por el muro, unos 300 profesionales acudían cada día para intentar descifrar las conversaciones de los funcionarios del Este, con la misión de salvaguardar la seguridad de Occidente.
El complejo de edificios, con numerosas antenas y cuatro cúpulas esféricas que escondían los radares para filtrar las comunicaciones de los países del desaparecido Pacto de Varsovia, fue abandonado por los aliados en 1991.
Desde entonces, el futuro de Teufelsberg y de los edificios en su cima, que cuenta con una vista privilegiada sobre la capital alemana y sus alrededores, ha sido incierto y desde hace 20 años se han barajado varios proyectos, ninguno de los cuales ha cuajado por ahora.
En 1994 las autoridades berlinesas alertaron de la posibilidad de derrumbe de la montaña, debido a los movimientos internos que habían sufrido los escombros que habían peligrar la estabilidad de la colina.
Dos años más tarde los representantes políticos anunciaron la construcción del primer museo de Europa dedicado al espionaje, proyecto que nunca se llevó a cabo.
 Finalmente, en 2007 y tras varios años buscando comprador, la colina fue adquirida por el director de cine David Lynch, quien quería construir en su cima una universidad de la secta esotérica ‘Tranzendentalle Meditation’ (TZM).
En esa fecha, periódicos alemanes publicaron varias fotos del realizador cinematográfico, autor de filmes como ‘El hombre Elefante’, ‘Dune’ o ‘Blue Velvet’, colocando la primera piedra de la futura universidad durante una ceremonia esotérica.
Pero tres años después de aquel anuncio, los edificios del antiguo centro de escuchas siguen en ruinas y se han convertido, pese a la prohibición de saltar las vallas, en un lugar de turismo alternativo en el que sacar buenas instantáneas y dejarse llevar por la imaginación a través de historias de espionaje.

Ahora la montaña del diablo se ha convertido en un espacio conocido por pocos en el que se juntan lectores de novelas con jóvenes de picnic, al tiempo que graffiteros decoran las paredes, pinchadiscos montan fiestas ilegales y otros artistas buscan inspiración o localizaciones para sus proyectos y videoclips.
Sepultando las secuelas del nazismo y testigo directo de algunas de las conversaciones más importantes de la Guerra Fría, Teufelsberg continuará siendo, a la espera de cuál sea su devenir, un sitio "especial y misterioso" para todos los que se atrevan a coronar su cima.